La relación entre la inteligencia artificial (IA) y la propiedad intelectual (PI) es compleja y en constante evolución. Con el aumento del uso de IA en diversas industrias, surgen preguntas sobre cómo las creaciones generadas por inteligencia artificial se ajustan a las estructuras legales existentes en términos de propiedad intelectual.
La inteligencia artificial ya se ha vuelto parte del día a día de muchas personas, desde la cotidianeidad al hacerle preguntas a Siri o Alexa al alcance de nuestra mano, hasta la más reciente aparición de ChatGPT para solucionar dudas de todo tipo, entre otro sin fin de aplicaciones y sitios web que buscan simular la inteligencia humana. Por lo reciente del auge de la IA, aún no existe legislación específica para la regulación del uso de esta tecnología, quedando esto a la aplicación de la normativa existente en materia de propiedad intelectual.
Hablando en general, que las creaciones de inteligencia artificial puedan ser protegidas o no por la propiedad intelectual dependerá de hasta qué punto tienen participación humana en su creación, y que estas no sean puramente producto de la actividad del software. Por otro lado, un uso descuidado de la inteligencia artificial puede generar infracción de derechos de propiedad intelectual ya existentes al nutrir el software con obras, invenciones o marcas sin la licencia correspondiente para esto.
En materia de derechos de autor, para que una obra generada por IA esté protegida por derechos de autor, debe ser original y manifestar la personalidad de un autor humano. Esto plantea la pregunta: ¿puede una obra generada por inteligencia artificial ser original si no hay intervención creativa humana directa? La tendencia actual es requerir algún nivel de creatividad humana para otorgar protección.
Así, las obras deben tener un autor humano que las dote de originalidad más allá de la acción de activar la IA para que cree una obra de manera automática. Hoy en día, se considera que los programas de creación a partir de inteligencia artificial se asocian a un proceso creativo sin la participación de un autor, sino que la simple activación del programa computacional que genere obras, por lo que no se les entrega la protección del derecho de autor. Para una efectiva protección, la inteligencia artificial puede ser un insumo, pero requiere participación humana en la creación de la obra que la dote de originalidad suficiente para obtener protección intelectual.
Por esto, la creación con IA desprotegida de derechos de autor podría tener un impacto económico, ya que si se utiliza esta tecnología para la creación de obras de manera discriminada, por ejemplo, de literatura u obras periodísticas, estas podrían ser consideradas libres de derecho de autor al no tener intervención humana, permitiéndose su reproducción libre.
En el caso de los derechos de autor, el uso no controlado de la inteligencia artificial puede significar infracciones, por ejemplo, en los casos de IA generativa en que los programadores nutren el software con obras originales y protegidas, que posteriormente son utilizadas por la IA para generar obras derivadas nuevas sin la respectiva licencia que permita su uso, y, por lo tanto, infringiendo propiedad intelectual de los autores de estas obras.
En otros ámbitos de la propiedad intelectual, como las marcas y las patentes, nada impide que una creación asistida por inteligencia artificial sea registrada, pero deberá serlo siempre a nombre de una persona.
La conclusión general es que el humano siempre debe mantener la vigilancia e influencia en la actividad de la inteligencia artificial, tanto para proteger sus creaciones como para evitar que estas supongan una infracción a derechos de terceros en el ámbito de la propiedad intelectual.
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